Una sonrisa de complicidad. Quizá la misma sonrisa de quien comparte lado en un doble y reafirma la satisfacción de la compañía habiendo cumplido el objetivo en la última volea o persiguiendo conseguir el siguiente servicio. Una media sonrisa dibujada sin control, y al final el deseo de volver a retomar las imágenes y las palabras, y reencontrarse, aun con la enorme distancia de los logros, en las suyas y su complicidad.
Lo recomiendo. Por favor, amigos de la raqueta, no dejéis de verlo si podéis. Es un magnífico documental emitido por Canal + hace una semanas y se llama “Navratilova y Evert, amigas y rivales”. Las cifras son estratosféricas: 80 partidos en contra, 60 finales, 14 de Gran Slam. Una se quedó muda ante semejantes números que, reconozco, no había imaginado, a pesar de casi compartir época deportiva. Pero aún más al entrever en sus frases y en sus hechos unas decenas de años de amistad sólidamente construida, ratificada por ambas al hilo de muchas anécdotas, a cual más personal, a cual más intensa y descriptiva. Un diseño sutil de amistad, y un diseño afortunadamente repetitivo.
Digo repetitivo porque por mi mente pasaron también otros nombres, otras imágenes, otros recuerdos, y muchos tremendamente vívidos, genuinamente cercanos y personales. Recordaba aquella mañana de primavera en la que Rosa y yo, hace ya n x 10 años (esa “n” ya se las trae, ¿verdad, Rosa?), jugamos nuestro primer partido en contra, aquella final infantil de Madrid que repetimos al año siguiente. Y se venían también a mi mente los años de compartir campeonatos, entrenamientos, equipo, viajes, anhelos, lágrimas,… y también alegrías, qué duda cabe. Incluso, a poco que aquellas imágenes se expresaban, surgían en torbellino otras muchas con Mayte, Nieves o Sabine de protagonistas. Amigas en cientos de recuerdos y amigas en un presente que se plasma en esas líneas escasas de un mail apresurado apenas esbozando eso de “sigue escribiendo” que agradezco tanto.
En este tiempo donde la palabra competitividad parece ser la excusa todopoderosa para todos los atropellos posibles, me remito de nuevo a esa fe ciega en el deporte como estructurador de valores humanos de la que siempre hablo. Me remito siempre porque puedo demostrar con múltiples argumentos y ejemplos que no es una utopía. Y es que solo quien no conoce la fuerza del compañerismo, la cercanía que procura la persecución de la misma meta, la obligación de sinceridad inherentemente aparejada a que solo demostrando en la pista o en el campo se alcanza el mérito, la comprensión hacia los motivos del oponente, y, sobre todo, el respeto a su causa con la misma fuerza que a la propia, puede realmente opinar.
La competición no hace sino replicar otros modelos profesionales. Prepararse y trabajar duro, perseverar en las metas, obtener logros, ganar dinero, escalar posiciones, obtener reconocimiento como consecuencia de los éxitos, etc. no son características únicas, cualquier tipo de mercado lo contiene implícito, importa poco si es empresarial, comercial, académico o profesional. Quien crea que su modelo es único se equivoca, transponerlo y explicarlo a la luz de la experiencia deportiva es un ejercicio simple y veraz como pocos.
No sé si puede encontrarse una clave en la forma de designar a los que participan en la competición. A mí me gusta mucho la palabra oponente, no me gusta enemigo ni contrario y mucho menos contrincante. Entender al opuesto como parte fundamental del proceso competitivo (en cualquier área) significa aceptar su papel, y no solo como parte obligada, sino como imprescindible. Valorar sus capacidades, su esfuerzo, su legítimo deseo de vencer equivale a, de verdad, habitar en sus zapatos, con-vivir con él, respetarle y, al tiempo, utilizar la rivalidad como un enorme regalo para mejorar en el propio empeño. Quienes trabajamos en el mundo del marketing llamamos “benchmarking” a todo ese proceso, pero ya veis que también es, ni más ni menos, que vivir con inteligencia.
Martina Navratilova y Chris Evert (*) dan un magnífico ejemplo de grandeza personal en el homenaje a su amistad tras tantos años de rivalidad en las pistas. Como lo dan todos los días Nadal y Federer y tantos tenistas y deportistas magníficos (véanse las felicitaciones entre finalistas y ganadores en el Campeonato del Mundo de Atletismo último, por ejemplo, y olvídense en su totalidad algunas vergonzosas escenas del fútbol). La mano tendida al oponente o el beso de felicitación, en el caso de las mujeres, es un gesto sin el que no se concibe el final de un partido en algunos deportes, cualquiera que sea la relación personal entre los participantes.
Yo, mientras algunos lo piensan y va pasando el tiempo, me sigo quedando con mi Rosa, mi Mayte, mi Nieves, mi Marta,…
Angeles Jiménez
(*) Foto de Chris Evert, Copa Federación, Club de Campo (Madrid), 1978
Publicado por primera vez 9/9/2011
Comentarios:
Rosa, 22/11/2011. Desde luego que lo comparto igualmente y recuerdo desde luego nuestras “oposiciones” como “oponentes”.
La que más recuerdo sin duda, fue una en el Club Real Madrid. No sé si te acordarás, porque siempre (al menos en mi mente) ganabas tú. Aquella vez, no recuerdo el nombre del campeonato, pero era en “mi casa” y la final, con casi todo a mi favor. Bueno, pues así comenzó, y de repente me vi/sorprendí ganándote (no sé si serían dos o tres juegos, desde luego). Así que de repente pensé: pero, pobre! Cómo voy a ganarle, si siempre me gana ella! Y te juro, que probablemente por única vez en mi vida, me dio pena ganar. Por supuesto perdí. No quiero poner la excusa de la pena, seguramente me hubieras ganado de todas formas. Lo importante que quiero traer aquí, es que desde luego, aún repitiéndose a través de la historia, estos encuentros oponentes-amigos, a veces cuesta concentrarse y separar ambas cosas. Y desde luego así ha sido, se ha demostrado, y así debe ser.
Una vez más, qué buenas cosas consigue el deporte.
Nieves, 12/9/2011. Me gusta el artículo!!!!!
Sobre todo qué poca gente lo podemos entender y sacar el verdadero significado de tus palabras.
Para esto, y muchas otras cosas más, sirve el practicar deporte.
Me ha traído muy buenos recuerdos esta mañana cuando he llegado al despacho y por fin lo he podido leer!!!! y he sentido una gran satisfacción por seguir contando con vuestra amistad. A pesar de los años transcurridos, y aunque no nos veamos mucho, las raíces de algo profundo siguen estando ahí…
Mayte, 12/9/2011. Comparto plenamente este articulo que me ha hecho recordar viejos tiempos que siempre seguirán estando presentes.
Creo que tengo una foto de Chris Evert exactamente igual, y recuerdo con otras muchas fotos aquella inolvidable copa Federación en el Club de Campo.
Y la amistad se acrecienta.