Si nunca le han dicho eso de: “Es que vosotras, las mujeres, sois cíclicas”, no desespere, más tarde o más temprano algún varón ocurrente se lo dirá. Pero siendo indudablemente verdad, lo que diferencia al hecho en sí del significado es la intención. Y la intención, casi siempre, es dar una explicación lejanamente permisiva y diferenciadora a un comportamiento que, a su modo de ver claro está, es extraño por no lineal. Es positivo que los conocimientos de la fisiología femenina vayan aumentando pero lo auténticamente esencial es saber que hombres y mujeres tenemos las mismas hormonas aunque en cantidad y grado de constancia diferentes a lo largo del tiempo. Puestos a buscar ejemplos, elijo estrógenos y testosterona (ésta será objeto de otro artículo) como los abanderados más populares de ambos sexos.
El término “estrógeno” es un genérico para englobar a distintos compuestos. En el ser humano los estrógenos se forman en el ovario, la corteza suprarrenal, la unidad fetoplacentaria y los testículos. Además de regular el ciclo menstrual en la mujer, afectan al tracto reproductivo y urinario, los vasos sanguíneos, los huesos, los senos, la piel, el cabello, las mucosas, los músculos pélvicos y el cerebro. El estradiol, el estrógeno generado por los ovarios y uno de los más influyentes, aumenta a lo largo de la primera parte del ciclo menstrual (fase folicular) estimulando el espesamiento del endometrio en el útero, hasta llegar a su máximo nivel a la mitad del ciclo y descender posteriormente en la segunda parte (fase lútea).
Los estrógenos son responsables de la distribución del tejido adiposo en el cuerpo (y, por tanto, también en las caderas). Es por ellos que, durante el ejercicio de resistencia, las mujeres quemamos más lípidos y menos carbohidratos que los hombres y preferentemente, también en mayor medida que los varones, de los que acumulamos en el músculo (1). Eso nos hace más resistentes y mejores fondistas en el ejercicio aérobico de larga duración.
No hay muchos trabajos que consigan demostrar concluyentemente cambios en el rendimiento en función de la fase de ciclo menstrual, pero hay algunos datos. Por ejemplo, a lo largo del ciclo no había diferencias en la respuesta al ejercicio prolongado a intensidades por debajo del máximo pero, sin embargo, sí era menor el tiempo hasta llegar a la extenuación durante la segunda parte del ciclo (2).
Una de las áreas más interesantes por su alcance en relación con el deporte es la del dolor. Es bien conocido que las hormonas ováricas tienen un impacto importante en la percepción del dolor y la respuesta analgésica, siendo mayor aquella durante la fase lútea (3). Algunas investigaciones sobre fibromialgia han llevado a saber también que, cuando los niveles de estrógenos son elevados, el sistema analgésico del cerebro responde liberando endorfinas que acallan las señales dolorosas, sin embargo, cuando los estrógenos están bajos el sistema no es tan eficaz (4). Datos como estos abren un gran abanico de posibles respuestas a situaciones habituales.
Sin duda, un mundo complejo, un mundo apasionante.
Angeles Jiménez
Referencias
1. Tarnopolsky MA. Sex differences in exercise metabolism and the role of 17-beta estradiol. Med Sci Sports Exerc. 2008 Apr;40(4):648-54.
2. Janse de Janse XA. Effects of the menstrual cycle on exercise performance. Sports Med. 2003;33(11):833-51.
3. Paller CJ y cols. Sex-based differences in pain perception and treatment. Pain Med. 2009 Mar;10(2):289-99.
4. Smith YR y cols. Pronociceptive and antinociceptive effects of estradiol through endogenous opioid neurotransmission in women. J Neurosci 2006 May 24;26(21):5777-85.
Publicado por primera vez 26/1/2010