Dígame, con la mano en el corazón, cuando su mejor amiga le pregunta por enésima vez por qué hace deporte, ¿tiene una respuesta claramente estructurada o responde por la misma enésima vez unas cuantas cosas atropelladas que siguen manteniendo su amistad por la fuerza de la química pero no de la comunicación?
Seguramente la premisa básica que nos lleva a todos a hacer deporte y mantener la actividad con los años en la sensación física y mental de bienestar. Y nada más difícil de transmitir que las emociones propias y nada más desconocido que la experimentación ajena. Aún así, algo se puede hacer por aquellos que tienen inquietudes pero que “eso del deporte” se les puede antojar esnob ya sea por falta de conocimientos o de práctica.
El Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM) publicó ya en 1991 recomendaciones para la actividad física. El Departamento de Salud de Estados Unidos las ha actualizado y ampliado en sus Guías para la Actividad Física de 2008. En ellas se especifican que los tres principales tipos son: aeróbica, fortalecimiento muscular y fortalecimiento óseo, a los que añaden equilibrio y flexibilidad. Esas actividades están relacionadas entre sí y tienen múltiples derivadas: resistencia muscular y cardiorrespiratoria, fuerza-velocidad, etc. Su desarrollo y mantenimiento armónico es fundamental para conseguir una condición física equilibrada aunque cada edad y situación concreta admiten variaciones interpersonales.
La actividad aeróbica, llamada también actividad de resistencia o cardioactividad, se produce cuando los músculos grandes del cuerpo se mueven de forma rítmica durante un periodo de tiempo sostenido forzando un incremento del ritmo cardiaco. Los cambios cardiovasculares y respiratorios que acompañan al entrenamiento de resistencia no son específicos del sexo, todos podemos mejorar en igual medida.
La fuerza muscular es la intensidad máxima de fuerza que un músculo o grupo muscular puede generar. La resistencia muscular es la capacidad psicofísica de resistir la fatiga frente a esfuerzos relativamente largos o de recuperarse rápidamente después de ellos Las investigaciones demostraron hace décadas que las mujeres podemos beneficiarnos considerablemente (incrementos del 20 al 40%) del entrenamiento de la fuerza incluso sin acompañarse de grandes aumentos de volumen muscular.
Flexibilidad y elasticidad se engloban en el término movilidad que supone realizar movimientos conscientes con la amplitud necesaria u óptima de las articulaciones implicadas. La mujer tiene menor volumen muscular que el hombre y de ahí nuestro 10% de ventaja en elasticidad. Trabajar la flexibilidad es fácil y divertido y es una de las características más respetada por la edad.
La condición física no es un ente abstracto, es un proceso que varía a lo largo de los años y que depende en gran medida de cuánto nos queramos a nosotros mismos. Algunos hablan de las endorfinas como la droga glamurosa que emborracha de éxtasis los mejores momentos y “engancha” al ejercicio. Pero aún sabiendo de ellas, tampoco sabría explicarle a mi amiga por qué hago deporte, lo único que sé es que quiero volver una y otra vez a la pista.
Angeles Jiménez
Referencias:
American College Sports Medicine. http://www.asrm.org; US Department of Health and Human Services. 2008 Physical Activity Guidelines for Americans. http://www.health.gov/paguidelines; Wilmore J H, Costill D L. Fisiología del esfuerzo y del deporte. 2000
Publicado por primera vez, 28/8/2009