Jelena Jankovic y Carla Suárez en la pista central de Puente Romano en Marbella. Excelentes resultados de las tenistas españolas: presencia en ambas semifinales individuales y finalistas en individual y dobles. Como excepción a la regla, las cámaras de televisión testigos de lujo en este torneo de la WTA.
Digo excepción porque, en general, se podría calificar de selectiva si no de residual la atención que prestan los medios de comunicación al deporte femenino. Si queda tiempo, dedicarán algunos segundos apenas para noticias tan relevantes como que el equipo español ha conseguido el bronce en el Campeonato de Europa de Baloncesto o que Marta Domínguez ha batido otro record.
El deporte, como otras circunstancias notorias para los medios, necesita de nombres, emoción, controversia y puede que hasta de incertidumbre. El poder mediático de nombres como Steffi Graf, Martina Navratilova o Mónica Seles ha sido y es indudable pero, al contrario que en los hombres, no siempre son los resultados en la pista el origen del interés de los medios en las tenistas. En muchas ocasiones el prisma selectivo se basa en criterios alejados de lo estrictamente deportivo.
En absoluto quiero indicar con ello que las deportistas deban vivir su profesión en una burbuja que les mantenga alejadas de todo lo que no sea deporte, pero hay que solicitar de los medios que eviten, por ejemplo, la confusión del público entre las bondades tenísticas y las estéticas. Entre otras razones porque cosas así desvían la atención y dan excusas a quienes se empeñan en desmerecer el deporte femenino.
Si un ejemplo vale más que mil palabras, basta con comprobar que el número de noticias relativas a la Copa Davis y sus 3 títulos es infinitamente superior al de los 5 títulos ganados (y 5 finales más jugadas) por las jugadoras españoles en la Copa Federación (Fed Cup), su equivalente. Y eso que hablamos de Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez. ¿Se explica por la capacidad mediática del tenis? No. ¿Se explica por el interés de la audiencia en estas deportistas? Creo que tampoco. Puede que se explique mejor por el desconocimiento y la resistencia al deporte femenino, por los pocos años que llevamos practicando de manera competitiva y pública y, sin duda, por la menor capacidad de negocio tras él.
Y lo peligroso es que se trata de un círculo de difícil ruptura. Si al deporte femenino se le atiende poco y los buenos resultados, que evidentemente hay, no se comunican o menos que los masculinos, el decalaje entre ambas áreas seguirá existiendo, afectando negativamente también a la generación de nuevas deportistas y a la aparición de nombres que mediáticamente consigan atraer al deporte a las nuevas generaciones.
Tal vez debamos apelar a que las mujeres, cada una en su función, contribuyamos de manera efectiva a hacer cada día más relevante el deporte femenino. Que cada una ponga su granito de arena.
Angeles Jiménez
Publicado por primera vez 1/8/2009