Ni un paso atrás

dmj14Quizá no sean los actuales buenos tiempos para las mujeres. Quizá la acumulación de noticias de agresiones no es casual. Quizá la epidemia de asesinatos no responda a una orden concreta y sí a un orden establecido. Quizá el desequilibrio de salarios y la mayor pérdida de derechos y retribuciones en los empleos rezuman reminiscencias intencionadas de esclavismo. Quizá la retirada de las justas compensaciones monetarias en materia de dependencia no tenga un origen pretendidamente económico y sea, en la práctica, una forma inequívoca de obstaculizar el trabajo de las mujeres y menoscabar sus derechos futuros.

Después de tanto quizá parece que las inseguridades fueran muchas, pero no es así. Tengo el convencimiento de que el avance de las mujeres en los últimos 50 años no ha sido ni es recibido de buen grado por quienes pretenden mantener las riendas económicas del mundo.

No somos perfectas, lo sé. Pero no somos nosotras quienes hemos llevado al mundo a un fracaso económico y social como el que vivimos. No somos nosotras quienes declaramos guerras y gastamos cantidades ingentes del dinero de todos en salvas y en munición. Los oropeles son fundamentalmente cosa de hombres, tanto como los puestos que se reservan cual posesos en los consejos de administración, las juntas directivas y cualquier tipo de jefatura.

Dos mujeres tan contrapuestas en su pensamiento como Margaret Thatcher y Hillary Clinton dijeron cosas con las que no puedo estar más de acuerdo. La primera aconsejó que “cuando quieras que alguien diga algo, pídeselo a un hombre; cuando quieras que alguien haga algo, pídeselo a una mujer”. Y me rindo a la exactitud de su propuesta.

La segunda explicó que “a las mujeres siempre se nos piden dos cosas al mismo tiempo: por un lado, que seas inteligente y que sepas defender los puntos de vista propios, y por otro, que no ofendamos a nadie, porque enseguida nos dicen que somos demasiado agresivas”. Qué análisis tan congruente con la realidad.

Añadiría a estas dos verdades palmarias el regalito envenenado de escuchar, esta vez dirigido a mí misma, y tras haber expuesto con un documento un planteamiento estratégico que reclamaba mi trabajo, un “¿de dónde has sacado esto?” del que, lo reconozco, tardé un segundo en recobrarme. La frase, pretendidamente degradante y lapidaria, sólo consiguió añadir argumentos a mi certidumbre del analfabetismo irremediable y machista de quien la pronunció.

 

Mucho que aportar

Ni un paso atrás. No podemos permitirnos perder las posiciones ganadas y, sobre todo, dejar que se cercene nuestra capacidad para influir en el equilibrio de fuerzas. Está meridianamente claro que nadie puede arrogarse el derecho a prohibir ni tutelar nuestras decisiones, que esta afición por decidir sobre los derechos y el cuerpo de las mujeres, fruto de autoritarismos atávicos, no tiene cabida en la sociedad actual como nunca debió tenerla.

Es verdad que en muchas ocasiones las mujeres traicionamos la causa convirtiéndonos en nuestras mayores enemigas. Olvidar que hay jaguars esperando en el garaje o hacer diatribas incoherentes sobre los finiquitos no ayuda a nuestra causa, pero tampoco importa mucho porque desde luego no es la suya.

Cada una en su ambiente, en su esfera de actividad, tiene mucho que aportar. Influye quien educa, quien sirve de modelo en cualquier campo profesional, social o deportivo, quien es capaz de reflejar en los medios de comunicación las muchas noticias positivas que generan las mujeres y las elevan al rango de su equivalente masculino, aunque solo pueda ser justo a eso. Ejemplariza quien acepta los retos de la política buscando el bien de la sociedad, y repudia públicamente y con hechos, la corrupción, la incompetencia y el egoísmo en la gestión, provenga del sexo que provenga. Sin duda, lidera de verdad quien dirige con estilos emocionales opuestos a los regados permanentemente con toneladas de testosterona, la nuestra es más sutil y comunicativa.

Sigamos siendo diferentes, mantengamos la lucha por ser mejores.

Ángeles Jiménez

Publicado 08/03/2014

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