Las heroínas son anónimas. Los héroes no, los héroes siempre habitan el Olimpo.
De la noche de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres me quedo especialmente con la imagen de la deportista saudí haciendo una V con su mano al entrar al estadio. Me instauro en ella a pesar del hijab, a pesar del hermetismo de su vestimenta y del óvalo de su cara como único testimonio reconocible de la persona que lo habita detrás. Y se enreda mi imaginación con la sonrisa, mitad tímida mitad protectora de secretos, de la tiradora catarí orgullosa portadora de su bandera. Cuánta lucha anónima detrás, cuánta heroína anónima agazapada.
Corren ríos de tinta sobre si el nadador Michael Phelps conseguirá ser el deportista más laureado de la historia sumando nuevas medallas a su increíble palmarés. Pero los periodistas disimulan la voz al incorporar al texto que es una mujer, la gimnasta ucraniana Larisa Latynina, quien ostenta desde 1964 el record de medallas totales.
Desean algunos (entre los que me incluyo, con pasión ciega por su tenis) que Roger Federer pueda sumar otros tres títulos de Gran Slam a los 17 de su carrera para seguir siendo “el” tenista mejor de la historia. Pero no puedo por menos que referir aquí que Margaret Court conquistó 24, Steffi Graf 22 y tanto Chris Evert como Martina Navratilova 18. Las cifras hablan por sí mismas.
Las diversas conquistas de la Copa Davis han merecido cientos de portadas en los más que sesgados periódicos españoles. “¡Y llegó la quinta!”, gritaban algunos en el 2011. Y yo pensaba a la vez: “Por fin”. Es decir, que por fin habían conseguido igualar los méritos femeninos. Para cuando el equipo masculino español ganó la primera, en el año 2000, las casi anónimas mujeres ya llevaban cinco Copas Federación (su equivalente) y la primera de ellas nada menos que en el 1991.
Barreras y más barreras
La norteamericana Amelia Earhart fue la segunda persona que atravesó el Atlántico volando en solitario en 1932, cinco años después del histórico viaje de Charles Lindbergh (por cierto, tuve la suerte de ver en el Museo del Aire de Washington la diminuta caja de cerrillas que es “El espíritu de San Luis” ) y la primera persona que lo hizo dos veces. Por desgracia, su espíritu aventurero la llevó a intentar en 1937 ser la primera persona en dar la vuelta el mundo y su avión desapareció en el Pacífico sin dejar rastro tras 22000 millas recorridas y a falta de tan solo 7000. Tampoco lo dejó el avión de Antoine de Saint-Exupèrie, el autor de El principito, perdido en el Mediterráneo frente a las costas francesas, durante la Segunda Guerra Mundial, pero transformando al piloto en héroe. A Amelia solo el cine ha sido capaz de rescatarla del olvido casi 80 años después.
Y podría seguir añadiendo nombres y hechos. Incluiría científicas, cocineras, médicos (lo siento no me gusta la palabra con “a”), ingenieras, políticas, espías, periodistas, catedráticas, luchadoras sociales, juezas, cooperantes, parturientas,… y como de esto sé más, deportistas, muchas, muchas luchadoras que solo, y no siempre, logrando el doble de mérito objetivo que los varones han conseguido un reconocimiento equivalente al de ellos.
Cada pequeño paso que damos es una puerta que ya no debe cerrarse. Ninguna ha sido franqueada gratuitamente y seguirá sin ser fácil mantener cualquiera de ellas abierta. Esta es la primera olimpiada donde todos los equipos llevan mujeres en su delegación (mal que les pese a algunos de sus dirigentes) y las 4850 que van a participar, cerca ya del 50% del total de deportistas, han construido, una más una, un nuevo record. Y esta vez pasarán a la historia nuestras primeras olímpicas en balonmano y en waterpolo, pioneras de un mañana al que intentan poner barreras los que tanto temen el empuje insobornable de la mujer.
Todas y cada una son heroínas, mis heroínas.
Ángeles Jiménez
Publicado por primera vez 30/07/2012