Jacques Rogge, el Presidente del Comité Olímpico Internacional, respondía hace pocos días a una pregunta de un periodista a propósito del caso Semenya: “El elemento fundamental no es la presencia de órganos sexuales femeninos o masculinos, sino el nivel de producción de testosterona. La testosterona equivale a rendimiento”(1). Puede parecer curioso que una hormona tan poco asociada a la mujer resulte crítica en situaciones donde la producción de una multiplicidad de hormonas es masiva como lo es durante el ejercicio físico. Pero hay razones para que sea así.
En la mujer, el ovario, principalmente, y las glándulas suprarrenales, secundariamente, son los responsables de producir testosterona. Durante el ciclo menstrual, estradiol y testosterona siguen un mismo modelo de secreción confirmando así que ésta sea la precursora de aquella (2). En el perfil de concentración plasmática de la testosterona hay un pico principal periovulatorio y uno secundario en la fase lútea, a los que siguen picos similares de estradiol (2). Sólo un 1-2% de la hormona que circula por el torrente sanguíneo no está unida a proteínas, por eso se llama “libre” y es la activa para uso inmediato. En los análisis estándar en la mujer se miden la testosterona total y la libre.
Es una hormona con un efecto anabólico potente sobre el sistema musculoesquelético, siendo responsable, en parte, de la retención de las proteínas musculares y del incremento de la fuerza muscular. Además de intervenir en el desarrollo muscular y actuar en la piel, huesos y órganos, resulta vital para el mantenimiento de los niveles de energía, el apetito sexual y el bienestar general, aunque siempre con la duda de si algunos de los efectos atribuidos proceden en realidad de su conversión a estrógenos.
Así como los efectos adversos de su administración exógena en situaciones no indicadas son bastante conocidos, la investigación del papel de la testosterona endógena en la mujer en relación con el ejercicio es todavía muy escasa. Se sabe que, al igual que en los hombres, en las mujeres aumenta con el ejercicio (3) y que incluso es específico de éstas el aumento de los valores durante la competición individual (4).
Una de las características más relevante de la actividad de esta hormona es que, siendo la cantidad producida aproximadamente de 12 a 16 veces inferior en la mujer que en el hombre, sin embargo, es mucho mayor la sensibilidad femenina a las variaciones en sus niveles. Este hecho tiene una gran relevancia en relación con el comportamiento. Está demostrado que las concentraciones de esta hormona están directamente asociadas con el grado de riesgo que las mujeres estamos dispuestas a asumir en ocasiones tan variadas como situaciones de miedo, juego, consumo de alcohol, decisiones financieras o sobre la carrera futura (5).
Ante estos resultados no puede caber duda de la influencia de la testosterona en el aumento de vitalidad y confianza cuando el ejercicio se realiza coincidente con los momentos de más alta concentración. Pero no siempre podemos elegir.
Angeles Jiménez
Referencias
- Entrevista de Carlos Arribas en El País, 26/12/09.
- Celec P y cols. Salivary sex hormones during the menstrual cycle. Endocr J. 2009 Jun;56(3):521-3.
- Virgren JL y cols. Effect of resistance exercise on muscle steroid receptor protein content in strength-trained men and women. Steroids. 2009 Nov-Dec;74(13-14):1033-9.
- Hamilton LD y cols. The effect of competition on salivary testosterone in elite female athletes. Int J Sports Physiol Perform. 2009 Dec;4(4):538-42.
- Sapienza P y cols. Gender differences in financial risk aversion and career choices are affected by testosterone. PNAS. Sept 8 2009 106:15268-15273.
Publicado por primera vez 5/2/2010