A los cuatro vientos

Si de escribir un relato de ilustrados se tratase elegiría Cádiz para refugiarme y dejar que mis venas se embebiesen con la pureza intangible de su luz. Y para ello podría acercarme a sus murallas y emerger del amanecer con la misma sensación de abstracción que me posee al volver reeditar en mi mente las fotografías.

O podría volver de nuevo a la Torre Tavira y descubrir los mensajes que recoge la mirada al barrer los cuatro puntos cardinales. Y así descubriría de nuevo los límites de los mares que la circundan, y aceptar que la cristalina homogeneidad que se vislumbra se barniza de humildad con el único objetivo de esconder con sigilo la bravura.

Sorprenden especialmente de Cádiz las torres miradores. Alejadas en el tiempo de la causa de las originaron, permiten entre entrever la historia de la ciudad entre palmaditas de luz y toneladas de viento arrasador.

El antiguo uso para el avistamiento de los buques de carga y control del comercio del puerto convierten sus variadas arquitecturas en testigos, por desgracia mudos, de dos siglos de historia. En forma de terraza, sillón, garita o mixta, la arquitectura todavía se reserva originalidad para la doble terraza y acabar sucumbiendo a la majestuosa planta octogonal de La Bella escondida.

Ángeles Jiménez

Publicado 30/6/2013

(Hacer doble click sobre las fotos para ampliarlas)

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