No los merecemos, ¿o sí?

Mienten. Simulan ejercer la pasión y lo que escenifican siempre es una mala parodia. Nos insultan con sus continuas glorificaciones y su entusiasta asentimiento hipócrita. Son ellos, los políticos, y hablan, como si de su propio cielo se tratara, de los éxitos deportivos. Si acaso pudiera no verlo con estos ojos críticos, no me quedaría otra forma de contemplarlo que con genuina incredulidad.
Me cuesta encontrar un solo motivo de asentimiento ante tanto mensaje melifluo y vago. Me resulta vomitivo contemplar el desenfado con el que jalean y se engolan (ellos mismos, ¡qué caradura!) al lado de cualquier de deportista que obtenga un éxito, en un ejercicio permanente de falsedad con el que creen obtener votos. Se llenan la boca hablando de los logros, los valores y el premio al esfuerzo, el sacrificio, la constancia, la honradez, la claridad de objetivos y la fuerza del grupo. La misma boca con la que pronuncian discursos insulsos y repletos de palabras anodinas, repetitivas y, sobre todo, vacías de contenido.

Pero se protegen. Se parapetan detrás del voto de partido, la estrategia del partido y los poderes del partido. Se inter-encumbran si los intereses confluyen y se ningunean sin piedad si el pedestal, el suyo en concreto, se ve amenazado. Vapulean a la sociedad, nos aburren con sus continuos «y tú más», sus permanentes guiños a la frase para el titular y la toma para la televisión (¡por Dios, y que sea con el perfil adecuado). Nos cansan con su falta de glamour, de valores demostrados y de ejemplo. Nada más lejos del deporte. Nada más lejos de algo que pone los méritos ganados en la pista como imprescindible antecedente del éxito.

 

Debe ser concurso de méritos

Estos políticos que padecemos confunden los términos. Hablan de sacrificio, de disciplina, de generosidad en la entrega, de premio al esfuerzo. Ni siquiera saben que el deporte no siempre es generoso incluso con quién pone su mejor sudor día tras día porque sólo los mejores encuentran con frecuencia el premio. El resto, la gran mayoría, tiene que seguir luchando día a día en pos de una mejora que es la única vía posible para conseguir los objetivos, y pase lo que pase, llueva lo que llueva, ahí siguen.

Ellos no. Ellos no saben lo que es el sacrificio, la honradez en el esfuerzo, la limpieza del juego o el trabajo sacrificado para el equipo. En el deporte no hay futuro para quién miente, no demuestra la valía día tras día, solo pone la energía en envidiar al contrario y ponerle zancadillas, promete y no cumple, se deja comprar, se droga, se oculta bajo el paraguas de una lista con integrantes desconocidos o se dedica a incluir amigos o colegas sin otro mérito que la pertenencia al partido.

Y, después de todo, menos mal que es así. Menos mal que en el deporte los niveles se definen por un auténtico concurso de méritos, méritos reales, los que solo se adquieren al ganar un match-ball, detener un penalti o establecer un récord de tiempo, de distancia o de altura. Hemos de agradecer también que en el equipo cada uno tenga una función, que nadie sea más importante que otro y que el capitán lo que principalmente lleva sobre sus hombros es la responsabilidad del funcionamiento de la totalidad y no de la posición para la foto.

Quizá es una fortuna haber llegado a una situación tan decepcionante. Quizá la evidencia de la profunda sima de abandono, intereses personales y de partido y ramalazos preocupantes de corrupción cubierta o descubierta, se llene por fin y consigamos reaccionar.

Espero que estemos a tiempo de aprender de quienes han sido capaces de negar la voz y la palabra a quien tan poco tiene para ofrecer, de quienes han sido capaces de decir no a la red de poder que con tanta habilidad establecen siempre y por doquier.

Señores políticos, no nos interesan vuestras opiniones, nos interesa vuestro trabajo por la sociedad, que no para vosotros y vuestros amigos. Y, por favor, nunca más ensalcéis y os hagáis una foto al lado de un deportista, no os manchéis más y, sobre todo, no manchéis ni una sola camiseta de deportista con vuestras lágrimas de cocodrilo.

Angeles Jiménez

Publicado por primera vez 10/3/2011

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