No existe el momento justo. Basta con que finalmente decida que es así. Trato de escribir mi texto de mayo para que el sistema que decide por mí en la web no delate que mis muchos arranques y las múltiples demoras en los temas elegidos no han conseguido llegar a buen puerto durante estas semanas, cualquiera que sea la razón.
Pasan los días y un tema urgente sucede a otro mientras no soy capaz de dar el punto de desarrollo y conclusión que haga comprensibles mis inquietudes a los demás. Las palabras concuerdan pero no termino la exposición de ideas, me falta esa sensatez que engarza los argumentos con las ilusiones y, al dar fluidez al contenido, acierta a establecer diálogos empáticos con los lectores.
Y no es por falta de noticias, que las hay.
Arrancaba el mes con la indignación a flor de piel por ver amenazada la supervivencia de decenas de árboles del pueblo en el que vivo, gracias a la incompetencia aguda de los técnicos del ayuntamiento que han decidido ahogarlos, a todos y cada uno, en cemento para poder alfombrar con césped artificial las aceras de un núcleo privilegiado de la población. Ni los mensajes en su web ni las cartas al periódico local han conseguido mover un ápice la férrea voluntad de los responsables, que seguramente han visto en el sacrificio de los árboles una oportunidad para demostrar “lo bien que queda el plástico verde pegadito al tronco”, en lugar de dejar alrededor una superficie libre y lógica por donde puedan drenar el agua que precisan para supervivir. ¡Ah! Y ya, de paso, malgastar el presupuesto municipal para, probablemente, llenar algún bolsillo agradecido.
En el engarzado abanico de noticias del mes sobresale también la de la destitución del Defensor del Pueblo Andaluz. Boquiabierta y sonrojada me hallo todavía; no hay otra posibilidad de reacción ante tamaño atropello al sentido común. En este caso, la contraposición entre demandantes de soluciones y demandados era tan obvia como la evidencia de la mentira de la voluntad de cambio y renovación de ideas y procedimientos que exhiben estos últimos. Pero, ya se sabe, lo que molesta a estos politiquillos en el poder no tiene futuro y es cuestión de tiempo que lo atropellen sin más.
Será por eso que debates sobre sistemas económicos enfocados al bien de las personas, la comunidad y la obligatoria perspectiva de la economía verde (si el planeta no supervive, el ser humano tampoco, convénzanse) no parece interesar mucho a los medios. Y es que, claro, es mucho más sencillo seguir a los políticos mientras inauguran una bombilla y se la ponen de bandera que pensar. Y es que, afirmo, hay vida más allá de los fichajes del Málaga C.F., y batallas contra barbaridades como los nuevos chiringuitos de la playa (mamotretos para ser exacta) o el dispendio inasumible del metro soterrado no admiten descanso.
Violencia al género
Pero no puedo seguir sin traer a estas líneas la repetida salvajada de las muertes de mujeres a manos de tantos verdugos crípticamente consentidos. Y no veo lágrimas en los políticos al cargo, ni implicación en los jueces, ni interés en los partidos, ni activismo en los movimientos asamblearios, ni rebeldía en los jóvenes contra este problema. Y seguramente no las veo porque la actitud paternalista que revelan algunas declaraciones de esos politicuchos revela un decidido intento de retroceso en los derechos de las mujeres.
Y es que, en definitiva, somos las mujeres quienes más estamos perdiendo con esta crisis. Al reducirse la independencia económica se han limitado también nuestras opciones. Las tendencias ideológicas nos quieren devolver a épocas pasadas y anteponer la servidumbre entre los sexos, para reducir el papel de la mujer a un mero instrumento de crianza de niños y de cuidado del hogar al servicio del varón.
El poder machista aprovecha también la circunstancia para afilar sus garras y oponerse al progreso de las mujeres en empresas y organizaciones de todo tipo. Y, lo más aberrante de todo, a fuerza de decreto quieren negarnos el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo. La maternidad es una opción en la que solo tiene derecho a decidir la propia mujer, es obvio e irrebatible.
Será por cosas como las que describo por las que el poder actual odia tanto la Educación para la Ciudadanía. Está convencido de que cuantos menos conocimientos tengamos de los derechos y obligaciones en nuestro papel de ciudadanos libres con más facilidad nos podrán manipular.
Por fortuna, aquí estamos para resistir.
Ángeles Jiménez
Publicado 28/05/2013